Sopló,
y resopló…
y el tiempo se detuvo:
El barrilete encumbró,
los molinos callaron
y su voz se ahogó…
ecos, y más ecos - Silencio.
Acomodó sus orejas,
y asfixió la respiración.
Miles de pasos oyó,
detrás de la puerta.
Abrió…
y la bola de cardo ingresó
cual si fuera desierto.
Sopló
y resopló,
esta vez con más fuerza...
y su angosta sombra
se rehusó a seguirlo.
No hubo caso,
abrió de nuevo los ojos y volteó:
Otra vez estaba solo.
Elogio del aburrimiento
Hace 10 años